domingo, 30 de junio de 2013

Fin del viaje a la Guajira

Nos levantamos sin afanes, sin la presión de madrugar, y sabiendo que solo nos separaban una cuantos kilómetros de nuestra querida Bogotá.

Montamos nuestras maletas, recogemos nuestro desorden, y solo puedo decir que es un momento de paz, de tranquilidad del deber cumplido, con más de 2500 km, parece que todo está consumado, parece que lleváramos un viaje de meses, las palabras sobran en ese momento antes de emprender lo que parece ser la última parte del recorrido.

Salimos de Villeta sin afanes, como rodando para conocer, tomamos carretera y de nuevo, ritmo de viaje, disfrutando las imponentes montañas, el verde exuberante, la cálida mañana, la refrescante brisa que nos recuerda a cada momento este placer de rodar en nuestras motos.

El recorrido fue bastante apacible y solo interrumpido al aproximarnos a la entrada a Bogotá, donde nos encontramos con un represamiento, el cual no fue impedimento para continuar, hasta nuestra última parada, justo después del puente de Guadua, en la calle 80.

¿Qué decir después de 2700 km? Creo que no hay palabras, solo una profunda satisfacción, tal vez no importa el cansancio ni la incomodidad, lo importante son las muchas experiencias vividas,  el compartir con personas que disfrutan de estas mismas cosas, de conocer lugares tan distantes y diferentes, pero a su vez, de ver en la cotidianidad, una ventana para explorar, para conocer, para sentir, para vivir…



¿Saben qué? Si importa la incomodidad y el cansancio, estoy rendido, al igual que mis compañeros, pero VALE LA PENA!


Esta fue nuestra última parada, solo tengo esta foto, y es la única que necesito para este corto post.

Quiero agradecerle profundamente a Paul y a Saúl, el permitirme acompañarlos en esta gran travesía, en esta aventura, es una de esas cosas que logran cambiar la vida de las personas, y creo que al llegar a Bogotá, soy una persona nueva, pues este viaje marcó muchas cosas que catalogo como muy positivas para mi vida.

Quiero compartir con ustedes, algunas frases y anécdotas de este viaje.

Las playas son el gran incentivo del viaje, sin embargo, el camino en sí, ofrece miles de situaciones que en retrospectiva pueden hacernos pensar en que fue lo mejor del viaje. Por lo que mi concejo es: “Hay que tener una gran motivación en todo lo que se hacer, para que no solo se haga bien, sino que se disfrute mientras se hace” 

“No es cuestión de moto, es cuestión de actitud”. En innumerables ocasiones nos quedamos perplejos por la irrefutable verdad de esta frase. No importa si es grande o chica, si es “apta” o no lo es, al final de cuentas es cada quien enfrentándose al camino, y en la medida de que se tenga una buena actitud, se puede llegar a donde sea. 

El más veterano y experimentado fue el que se cayó. No se confíen, siempre hay que estar pendiente y concentrado.

 La deportiva, se cayó estando quieta, y resultó buena off-road. 

El parte (comparendo) se lo pusieron a la moto más pequeña (mi Yamaha FZ16) quien a su vez fue el “respaldo” en destapado

De igual forma, quiero compartir con todos ustedes, que este blog está dedicado a mi compañero de viaje Saúl Monroy, motero de toda la vida, gran amigo, excelente maestro, pero aún mejor, gran persona. Fue por el  por quien conocí el mundo de las motos, algo que nunca le he agradecido y aprovecho para hacerlo por aquí. 

Hace algunos años, tuve la horrible experiencia de ver varios motociclistas fatalmente accidentados. Yo era de esas personas que temían el montar una moto, como dicen por ahí, el llevar la lápida en la espalda. Y en nuestras tradicionales trasnochadas, nunca faltaban las revistas de motos y carros, las interminables conversaciones sobre motores, sobre modelos, sobre precios…

Era algo que veía con cierta deferencia, no entendía el por qué se podían pasar tanto tiempo hablando de lo mismo…

Hasta que una noche, en uno de los típicos trancones de la ciudad, mientras apoyaba mi cabeza cancinamente sobre el vidrio del bus que me llevaba a casa, con cierto desespero al ver que este no avanzaba, como por reflejo miro por a través del vidrio una escena que ha quedado marcada en mi mente como el punto en el que cambié ese frio pensamiento de las motos como sinónimo de accidentes, a algo que va más allá,  a lo que ahora es una verdadera pasión en mi vida.

Era alrededor de las 10:30 p.m. y pasa por un lado una imponente moto negra, alta y potente, sobre la cual, una persona que inspira cierto respeto, emana una tranquilidad y elegancia al manejar, a diferencia del resto de motos que pasan, no estaba “culebriando” el tráfico, permanecía impávido, al acecho, como esperando su momento, sereno y expectante, y contrario a lo que siempre pensé, daba la impresión de disfrutar su vehículo…

Para sorpresa mía, era mí, en ese momento, compañero de trabajo Saúl, quien apenas unos instantes después se perdía en el tráfico, dejando como seña, el sonido de ese poderoso motor…

Puede que esta no sea una gran historia, pero es la historia por la cual estoy escribiendo este blog, porque ese día comprendí lo que es ser aficionado a estos “fierros”, y gracias a esos fierros, he podido contarles solo algunas de las grandes aventuras en este magnífico viaje, a un inolvidable  destino, acompañado de excelentes personas.

Espero hayan disfrutado los relatos y espero haber dejado una pizca de curiosidad para los que quieran hacer este viaje.

Por mi parte, espero me sigan acompañando, pues seguiré publicando en este blog otras viajes, otras aventuras, otras rutas y en general, los caminos y cosas por los que transite en mi vida, en especial si lo hago sobre mi motico!


Saludos a todos.

lunes, 24 de junio de 2013

10. Día 7 y 8 Dibulla - Villeta

Día 7

Salimos de Dibulla con rumbo a San Alberto, en inicio, puede uno pensar que la aventura ha terminado y solo resta conducir tranquilamente hasta casa…

Pues no, no es así, cada día trae sus propias preocupaciones, y pues, sin querer excusarme, sentí el peso del viaje… realmente no había dormido muy bien el día anterior, además, mi malestar estomacal parecía no tener fin… y ese peso del viaje, atacó en plena carretera… me comenzó a dar sueño.

Para muchas personas que no lo han vivido, es muy difícil creer que uno pueda llegar a quedarse dormido manejando, y pues, si, es difícil de creer, pero ojo, le puede pasar a cualquiera….

Después de 6 días de mucho esfuerzo físico, de madrugar, de aguantar calor, sed, de rodadas de casi 10 horas diarias, después de esto y más, nos subimos a la moto, sabiendo que tenemos una rodada de al menos 10 horas, que tenemos por delante algo así como 500 Km, y que eso solo será la mitad del recorrido…

No sé si es solo a mí, pero el camino de regreso tiende a generar cierto afán de llegar a nuestro hogar, dulce hogar…

En todo caso, y volviendo al cuento, me dio sueño, entonces, la primera reacción, es decirse a sí mismo: “no, no me voy a dormir”, trata uno de agarrarse fuerte al manillar, abrir lo más que se puede los ojos, concentración absoluta en el camino, adoptar una mejor posición en la moto… y funciona perfectamente, se le quita a uno el sueño… si, funciona, pero solo por 1 minuto… 

Al cabo de ese minuto, le vuelve a dar sueño a uno, y ya no sirve la estrategia anterior… 

comienza uno a sentir de a poco que se cierran los ojos, se va el ruido, todo se torna oscuro y calmo… pero uno los abre de nuevo, y vuelven a empezar a cerrarse y este micro ciclo se repite cada vez más, hasta que en una de esas uno se va de largo en una curva, o se pasa de carril, o como me pasó a mí, que me pegué demasiado a un camión y cuando vi los “Stop’s” alumbrarse, corrió todo un torrente de adrenalina, abrí tanto los ojos que me dolieron, todo se puso en cámara lenta, me corrió un sudor friiiiiiio, sentí una picada en el corazón, bastante dolorosa de por sí, y sin pensarlo, como por instinto, e inmediatamente mi pie derecho se ubicó sobre el freno trasero y mi mano derecha se comenzó a cerrar…

Afortunadamente para mí, frene muy bien, no hubo consecuencias, y nadie se dio cuenta…

Después de eso, estuve muy despierto, sin embargo, mi malestar estomacal me tenía muy mal, y al cabo de un rato, nuevamente me dio sueño, pero esta vez, a los primeros síntomas, paré y les expliqué a mis compañeros de viaje lo que pasaba. Para sorpresa mía, uno de ellos venía igual y su despertar fue verme frenar…

Me acosté en el pasto, cerré los ojos, creo que dormí por unos 3 o 4 minutos, y me levanté como nuevo, esa es la cura, lo mejor que pueden hacer, parar, descansar 5 minutos, cerrar los ojos, tomar algo… al primer síntoma de sueño, paren, no importa, van a ser 5 o 10 minutos realmente bien invertidos.


Después de esos minuticos de relax, tuvimos una rodada sin novedades, pude parar en uno de los lugares del camino que más me gustaron, los sembrados de palma!




Es un paisaje espectacular, las palmas son imponentes y forman un paisaje algo sombrío, místico, cautivante…

Tuvimos un pequeño retraso, y nos vimos obligados a hacer una parte del trayecto en la noche, fue una jornada muy agotadora, pero llegamos a San Alberto sin novedades como a las 7:15 P.M.

Día 8

Arrancamos muy temprano, con el objetivo de estar en Bogotá antes de la hora pico.

Fue una rodada maravillosa, buena velocidad, carreteras desocupadas, clima fabuloso, y según nuestras cuentas, vamos a llegar a Bogotá una hora antes de lo pensado…

Todo eso nos llenó de entusiasmo, tanto así, que al llegar a Honda a eso de la 1, pensamos en seguir y no parar a almorzar, por lo que hacemos una pequeña parada de hidratación.

Seguimos hacia Villeta, pero nos encontramos con que la vía estaba cerrada, y que solo la abrían hasta las 6:00 p.m., debido a los trabajos que se están realizando en la vía, todavía, como consecuencia del invierno del 2012.

Unas motos se nos acercan y nos ofrecen mostrarnos un camino “en muy buen estado” la que según ellos, nos va a llevar adelante del derrumbe, así no tendremos que esperar.

Decidimos ir a mirar, tomamos una vía secundaria, pero pavimentada, avanzamos aproximadamente 2 KM, y el guía, nos da las indicaciones que debemos seguir: “sigan derecho, y cuando encuentren una Y, con una llanta grande, de un tractor, deben tomar el camino de la izquierda.”

Cuando le preguntamos por el estado de la vía, nos dice: “esa vía está muy buena, solo hay un pedazo destapado, pero sin problemas, y en esas motos, en 30 minutos llegan al otro lado… si eso hasta los camiones se van por ahí….”

Saúl, de inmediato se muestra escéptico, Paul, se declara ansioso y quiere tomar el camino, por lo que me toca decidir…. Lo cual realmente no quiero hacer, por lo que les digo que lo echemos a la suerte, con una moneda… la cual gana Paul, entonces, a tomar la trocha.

A los pocos minutos comenzamos a tener problemas para avanzar, grandes pantanos, carretera en muy mal estado… pero bueno, ya decidimos, y pues, hagámosle…






El camino está transitable, hasta que llegamos y vemos esta perla:



Al ver esto, Saúl dijo que deberíamos devolvernos, Paul, dijo, eso lo pasamos sin problema… yo…. Emmm, me daba pereza devolverme así que le pregunte a alguien de los que venía en sentido contrario, quien nos dice, “el único pedacito feo es este, de ahí para allá todo está bien”, con lo cual creo que debemos seguir y convencemos a Saúl para continuar.

Para sortear este camino, tuvimos que desmontar las maletas, Paul el primero, se metio en uno de los lodazales y quedó atascado, por lo que corro a auxiliarlo, me meto en el agua, y le digo: “no acelere”, y pues, adivinen…

Siiiii, aceleró, la llanta patinó, y yo quedé absolutamente embarrado… (Menos mal no me había quitado el casco, o si no, hubiera comido barro).

Bueno, empujamos y sacamos la Ninja del barro y luego, guiándola, la pasamos al otro lado. Luego, el turno de la VSTROM, entre los 3 la empujamos, yo ya estaba todo embarrado, entonces, que más da, desde el lodazal, sosteniéndola para llevarla al otro lado.

Finalmente, la FZ, la cual, aparte de una derrapada sobre barro, pasó sin ningún problema.

Este es el pedazo de recorrido más lento de todo el viaje, un poco más de 1 hora, para un tramo de no más de 100 metros, y claro, nos tocó devolvernos por las maletas…

Antes de arrancar nuevamente, nos tomamos lo que teníamos (media botella de agua para entre los 3 y 3 Mangostinos comprados en la entrada a Honda)

Continuamos nuestro camino, por una vía llamada “Cambao”, y después de cerca de 40 minutos, vemos la marca en el camino:



Este tipo de señas, hacen que uno sienta que ya va a llegar…

Esta vía, tiene unos paisajes sensacionales, realmente bonitos



El camino sigue, subimos, bajamos, giramos, pasamos por caminos, pasto, piedras, incluso unos cuantos riachuelos y luego, después de tal vez 2 horas de recorrido, llegamos a la montaña, y se ve un camino en lo alto de la montaña, lo que nos hace pensar que por fin vamos a llegar…

Comenzamos a subir un camino muy empinado, de piedra muy suelta, muy difícil la conducción, las motos no tienen estabilidad y frenar es muy riesgoso, no solo por perder la poca estabilidad, sino porque de inmediato, se desliza, y al poco tiempo, nos cobra factura, y la DL650 es la que paga con una caída.

Afortunadamente nada grave, pero es evidente la molestia y fastidio por este camino que parece no tener fin.


Levantamos la moto y seguimos el camino,

Seguimos por casi uno hora más y ya empieza a caer la tarde, y el miedo me invade, andar en trocha, y de noche….  De repente, tengo esta vista:


Es la puesta de sol, sobre el valle del rio Magdalena…

Esto es uno de esos detalles que uno debe buscar, algo que lo tranquilice, que le permita, a pesar de las dificultades, contemplar la inmensidad y belleza de la naturaleza (o lo que a cada uno le guste) y tomar un nuevo aire, para poder seguir y nunca desfallecer.

Alrededor de las 6:00 p.m., llegamos finalmente, solo que no podemos pasar, porque justo en el punto en el que se une la trocha con la vía, un camión ha quedado atascado, bloqueando el paso y lo peor, se niegan a devolverse…

Después de unos minutos en los que vemos como los intentos de tomar tracción, lo único que logran es hacer más grande la zanja de cada una de las llantas, y unas cuantas descolgadas.
Finalmente, dejan descolgar el camión y nos dan paso. Tomamos la carretera, pero por esas cosas de la vida, uno de nosotros toma el rumbo equivocado, y gracias a una persona de la zona, quien se ofrece a alcanzarlo y avisarle, logramos re agruparnos.

Seguimos nuestro camino, y en la primera caseta, paramos a hidratarnos y comer algo, pues son casi las 7 de la noche y no hemos almorzado.

Acordamos seguir hasta Bogotá, pero es evidente el cansancio y antes de entrar a Villeta, comienza a llover torrencialmente, por lo que decidimos buscar hotel y pasar la noche.




Ver San Alberto - Villeta en un mapa ampliado

Próxima entrada. Día 9 Fin del viaje

domingo, 16 de junio de 2013

Día 6. El camino de regreso, Cabo de la Vela – Dibulla

Bueno, hora de emprender nuestro camino de regreso, hasta el momento han sido, según mi odómetro, 1347 Km, el objetivo del día es llegar a Dibulla, dejar atrás la alta Guajira, y emprender un camino aún más largo, no por la distancia que vamos a recorrer, sino por todo lo que dejamos atrás, una tierra fantástica, unos paisajes asombrosos, una parte de nuestro ser se queda en este paraíso… de otro lado, cuando se está de regreso, existe esa ansiedad por llegar, está el cansancio acumulado, está el peso del viaje… bueno, la verdad es que no me quiero devolver.

Gracias a nuestro amigo Maturana, conseguimos un guía que nos va a llevar por un atajo a través de un salar, una extensa zona desértica que en invierno se inunda haciendo imposible transitarla, por lo que corremos con suerte, puesto que en pocas semanas, se espera el inicio de las lluvias.


Después  de empacar, de limpiar las cadenas de nuestras motos, de lubricarlas, y de echar una última miradita a esas playas tranquilas, arrancamos, no bien salimos, nuestro guía demuestra su pericia manejando sobre la arena y nos saca ventaja. Rápidamente nos alejamos del pueblo, siguiendo un camino de tierra, a los lados alguna vegetación muy dispersa, pero al menos algo verde, a nuestra izquierda , a lo lejos una montañas,  tras lo que vemos podemos ver la imponencia del desierto, no hay nada hacia ningún lado.


Recorrimos tal vez unos 30 minutos, en los cuales no se veía nada, muy al fondo se veían algunas figuras, que tal vez fueran solo espejismos, de repente, y en medio de este desolado, pero hermoso lugar, nuestro guía se detuvo, nos bajamos de nuestras motos a descansar y para contemplar la inmensidad del desierto.








De repente, en medio de la nada, dos visitantes inesperados:


Dos niños, tal vez entre 8 y 11 años, algo realmente  sorprendente,






Bueno, aquí estoy yo, en medio del desierto, pero muy feliz y satisfecho, de que Dios me permitiera conocer estos lugares, de que mi “negrita” me trajera a este destino tan exótico, de tener compañeros moteros compartiendo esta experiencia, y en este momento, de poder compartir con ustedes este relato….




Continuamos nuestro camino, y en un punto en medio de la nada, sin previo aviso, sin señas, imperceptible para el foráneo, nuestro guía hizo un giro a la izquierda, el cual obviamente nos dejó sorprendidos, pues todo el camino había sido en línea recta.
Algunos minutos después, aún en el enorme desierto, pero ya cerca de su fin, vemos unas vacas siguiendo un camino imaginario… este lugar no para de darnos sorpresas…



Luego del encuentro con las vacas, llegamos a un curioso bosque, un bosque de cactus.













Una vez atravesado este bosque, en el cual tuvimos que pasar un par de riachuelos secos, llegamos a una ranchería, justo al borde de una carretera, la vía hacia Uribía, habíamos hecho un verdadero atajo, ahorrando tal vez 2 horas de camino.

Todo esto se lo debemos al señor Jorge Berniel, nuestro guía, que en su Boxer CT-100 nos hizo comer el polvo en el desierto, mostrando su pericia como motero, además de ser muy buena gente y atento, un gran guía.

Su número de celular es 3145068568, y por supuesto, no podíamos despedirnos sin tomarnos una foto con el.


El punto en el que salimos se llama Cartizal, y deben ser cuidadosos, ya que el camino NO es recomendable ser tomado sin conocerlo, recurran a un guía, puesto que es muy fácil perderse, y a pesar de su apariencia, en la mayor parte de este desierto, el terreno no es estable y los vehículos (incluyendo las 4x4) se entierran y estancan, y es realmente difícil salir de allí.






De este punto a Uribía, gastamos cerca de una hora, y finalmente, dejamos atrás los caminos de tierra… o por lo menos en la Guajira.

En Uribía, descansamos, nos rehidratamos y por supuesto, tanqueamos.



Una vez re-abastecidos, nuestro destino es Riohacha.











Nuestra parada aquí no es circunstancial, aparte de almorzar, la idea es pagar un parte que me impusieron el primer día de viaje, y el cual pretendí pagar dentro de los 5 días, para obtener el descuento del 50% otorgado por la ley, sin embargo, fue imposible hacerlo, pues me mandaron de una oficina a otra, pague e hice el curso, pero no me recibieron el pago, porque este no había sido reportado, incluso, al llegar a Bogotá, tampoco lo pude pagar, porque ellos nunca lo reportaron, ni reportaron el curso y se perdió ese dinero y ese tiempo.
Mi recomendación principal, es seguir estrictamente las normas de tránsito, pues si querer excusarme, cometí una infracción, que no debió ser…

En caso de que sean multados, esperen llegar a Bogotá, o a su ciudad de origen, y hagan todas las vueltas necesarias en un lugar que conozcan pues en otros sitios, por el afán, por las ganas de continuar el viaje y por simplemente ser foráneos, pueden perder tiempo y dinero y no solucionar, como me pasó a mí.

Después del intento fallido de pagar la infracción, llegamos a Dibulla a un pequeño, pero muy cómodo hotel, recomendado y de precios muy asequibles.


Esta fue la ruta recorrida, disponible en formato KML:


Ver Cabo de la Vela - Dibulla en un mapa ampliado


Próxima entrada: Día 7, El camino de regreso, Dibulla – San Alberto

No olviden sus comentarios!